Primero quiero nombrar que si bien la bioenergética es una terapia corporal sistematizada, basada en investigaciones rigurosas por parte de su creador, Alexander Lowen, y de quienes tomaron esa antorcha para seguir dándole forma a este camino, no hay una única forma de ejercerla. Cuando hacemos terapia estamos abriéndonos a un vínculo, estamos inaugurando un espacio sagrado junto a otro ser humano, y en la alquimia entre ambas naturalezas sucederá lo que deba ser.
En mi camino, la bioenergética significó la recuperación de mi tierra, que es mi cuerpo. Humus, tierra, es una palabra latina que se relaciona con el concepto de humildad, y a su vez con la palabra hombre. En tanto humanas y humanos, venimos de la tierra, y ese recordatorio nos vuelca hacia la humildad. Pero la humildad sin fuerza puede llevarnos a la entrega desmedida, así como la fuerza sin compasión puede llevarnos al narcisismo o al encierro sobre nosotrxs mismxs. La bioenergética propone habitar e integrar todos nuestros personajes: La fiera potente que brota desde la pelvis, la delicadeza del corazón y la agudeza de una mente limpia, enraizada, en diálogo con el aquí y el ahora.
Como decía Nietzsche, se trata de recuperar nuestro espíritu dionisíaco, volver a los bosques internos, recordar la pureza de la naturaleza para ponerla en contacto con nuestro intelecto y nuestro corazón. No debemos tampoco olvidar que somos humanas, y nuestra tarea como especie es bien específica. No somos ángeles ni bestias, nuestra condición está en el medio, en el cardíaco. Recuerdo una escena de mi película favorita, La princesa Mononoke, en la que el guerrero Ashitaka le grita a San, la princesa lobo: “¡Yo soy un humano, al igual que tú!”, tratando de despertarla de su sueño, de su pesadilla anclada en el resentimiento hacia los de su propia especie. Debemos aprender a integrar, a convivir.
Por eso, lo que buscamos en una sesión de bioenergética es investigar aquellas zonas del cuerpo que se muestran endurecidas o congeladas para, progresiva y amorosamente, ir desbloqueándolas con la intención de que la energía vuelva a fluir por todo el cuerpo. Este movimiento que busca la fluidez es el mismo que habilita la integración, la coherencia, el regreso a la unidad que somos. Cuanto más integrado esté nuestro cuerpo, más cerca estaremos de nuestra esencia, nuestro corazón, nuestra sencillez de espíritu.
Si algo de todo esto te resuena, te invito a que me escribas y podamos ver juntes cómo darle forma a este camino para vos.

