
La diosa romana de la caza y la naturaleza, Diana, es símbolo de una pregunta que me hago desde siempre: ¿Cómo puede dialogar el mundo humano con las inteligencias animales, vegetales y fúngicas? Desde muy chica me interesan las bestias, los insectos y la geometría sagrada de las flores. Pasé de la curiosidad de la infancia a la admiración en la adultez, y creo que esa admiración rozó la devoción mística, al punto de convencerme de que nuestra especie no era tan valiosa como las otras.

Mis años de trabajo profesional y personal me llevaron a entender que no se trata del aplastamiento de una especie sobre la otra; el desafío es la cooperación, el diálogo. Las preguntas que hoy me hago son: ¿Cómo puede mi animal, mi cuerpo, mi sombra, danzar con la sofisticación, complejidad y rigidez de la cultura que me fue impuesta pero que cambia permanentemente? ¿Qué sucede si mi animal domina de más la escena (desborde de emocionalidad y distorsión cognitiva, por ejemplo) o si lo hace mi intelecto, con sus tendencias a la obsesión y la configuración de nudos apretadísimos? No hay mundos mejores que otros; el único error, a mi entender, es la pretensión hegemónica de imponer una forma por sobre otras. Pienso en relación a este punto cómo el agricultor japonés Masanobu Fukuoka propuso trabajar la tierra: Salvaje y libremente, permitiendo que todas las especies convivan con sus diferentes ritmos y dibujos. Sólo habilitando la diversidad podremos habilitar la vida. También me resuenan profundamente las películas de Hayao Miyazaki, en las que siempre se tematiza la posibilidad de un puente entre la vida humana y el mundo de los animales, las plantas y los hongos.

A partir de estas reflexiones propongo en mi espacio de trabajo habilitar diálogos entre todos los planos en los que existimos: El animal (cuerpo y sombra) el cultural (palabra y símbolo) y el divino (alma). No es posible llegar a uno sin atravesar el otro:
“Para llegar a Dios, hay que aprender a ser humano”.
Les espero para compartir este viaje y esta investigación. Gracias por la lectura atenta.
J.