LA PELVIS, EL MIEDO Y EL TEMBLOR

“Henry Ford Hospital” o “La cama vuelta”, pintada por Frida Kahlo en 1932 luego de un aborto espontáneo. La obra expresa con claridad el dolor que brota de su pelvis

Explica Casilda Rodrigáñez Bustos que el dolor que sienten muchas mujeres al parir no es sino un mecanismo heredado de represión y acorazamiento alojado en la pelvis generación tras generación. Por motivos sociales y culturales, las mujeres hemos hecho carne el mandato bíblico de “parirás con dolor” y este imperativo reside en nuestros tejidos como tensión y miedo. También se nos ha enseñado que hay algo de pecaminoso en la sexualidad, y esta idea alojada en nuestros inconscientes nos llevó a muchas a optar por una postura, en nuestra infancia y adolescencia, de rodillas empujadas hacia adentro, caderas cerradas, glúteos contraídos y suelo pélvico acorazado. Toda esta información se aloja en nuestros cuerpos y la bioenergética puede ser una herramienta maravillosa para descongelar dichas tensiones. Cómo se logra esto: A través de ejercicios que proponen sostener la carga energética; al aumentar la carga, muchas veces el cuerpo empieza a temblar. La cualidad de cada temblor -los hay más gruesos, más exagerados, más sutiles- dependerá del grado de tensión que esté alojado en la musculatura. A través de estos movimientos espontáneos que se generan en el cuerpo, éste puede empezar a liberar todo el miedo alojado en los tejidos, especialmente -como vemos en estos casos- en la zona de la pelvis, lo cual repercute necesariamente en las piernas y pies y, por lo tanto, en nuestra posibilidad de enraizamiento. Una pelvis rígida y llena de miedo impide la libre circulación de la energía a través de las piernas y caderas, y esto genera que nuestro vínculo con el suelo se rigidice. Para que podamos tener una relación fluida y nutricia con la tierra que nos sostiene, es necesario que nuestros pies, piernas y pelvis estén disponibles, sensibles, firmes pero no rígidos, abiertos a la libre circulación energética. Para que esto suceda, primero es necesario liberar el temor, el odio y la tensión ancestral alojada en esa parte del cuerpo. Sólo entonces podremos relajarnos hacia la tierra, confiar en nuestras caderas como asientos de vida y desde allí cabalgar la existencia, sostener confiadas la inteligencia del corazón y poner a la cabeza al servicio de nuestra animalidad más salvaje e inocente.  

2 comentarios

  1. Sonia Domínguez

    Gracias, tal cuál. Agradezco la clase de ayer y estás palabras dan un mejor sentido a lo experimentado.

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